MIS PLATOS PREFERIDOS

"Cada bocado de mis favoritos, un recuerdo feliz."


Hay sabores que no se olvidan, que viven en la memoria como abrazos tibios, como domingos en casa, como el olor de la cocina que anuncia alegría. Cada plato favorito es un pedazo de mi historia: el adobo que despierta el alma, el rocoto relleno que enciende el corazón, el chupe de camarones que sabe a fiesta y tradición. En cada bocado hay una promesa de hogar, una caricia al paladar que consuela, una danza de colores, especias y emociones que me conecta con lo que soy, con mi tierra, con mi gente. No son solo comidas, son recuerdos que se derriten en la boca, son versos servidos en platos de loza, y al probarlos, sé que la felicidad también se cocina.


Rocoto Relleno: Fuego y tradición en un solo plato

El rocoto relleno es uno de los platos más emblemáticos y apreciados de la gastronomía arequipeña. A primera vista, su apariencia colorida y provocativa puede engañar: parece un simple pimiento, pero se trata del rocoto, un ají picante con carácter fuerte y alma andina que ha sido domesticado con maestría por las manos sabias de las cocineras tradicionales. Este platillo no solo es una delicia para el paladar, sino también una expresión cultural cargada de historia. Su preparación requiere paciencia y técnica: los rocotos se limpian cuidadosamente, se les quitan las semillas —sin eliminar del todo su picante característico— y se cocinan en agua con vinagre o sal para suavizar su intensidad. Luego se rellenan con una mezcla jugosa y sabrosa de carne picada, cebolla, maní, aceitunas, pasas y especias, creando un contraste exquisito entre lo picante del rocoto y lo dulce-salado del relleno. Pero el secreto no termina ahí. El toque final es el baño de queso fundido que cubre el rocoto antes de llevarlo al horno, acompañado por una porción de pastel de papa, que equilibra y complementa el plato con su suavidad y textura cremosa. El rocoto relleno no es solo comida: es una experiencia. Cada bocado cuenta una historia de raíces profundas, de ingredientes quechuas y mestizos, de cocinas de picantería donde el fuego no solo cocina, sino que también transmite pasión y herencia. Probar un rocoto relleno en Arequipa es más que una cita con la buena mesa; es rendir homenaje a una ciudad que ha sabido preservar su identidad a través del sabor. Pocos platos pueden decir tanto de un pueblo como lo hace este ícono gastronómico que despierta los sentidos y el alma.

Adobo Arequipeño: El alma de los domingos en la ciudad blanca

Hablar de Arequipa es hablar de su comida, y hablar de su comida es hablar del adobo. Este plato tradicional, profundamente enraizado en la identidad arequipeña, no solo llena el estómago: llena el alma. El adobo arequipeño es mucho más que una receta; es una costumbre, un ritual dominguero, una herencia que ha pasado de generación en generación. Su esencia está en la carne de cerdo, que se deja macerar durante horas —a veces toda la noche— en una mezcla intensa de chicha de jora, ají panca, ajo, comino, orégano, vinagre y otras especias. Esta combinación no solo le da su sabor característico, sino que también crea una salsa densa, ligeramente ácida y profundamente aromática. Al cocinarse a fuego lento, la carne se vuelve tierna, jugosa, tan suave que se deshace al toque del tenedor. El resultado es un plato cálido, reconfortante, de sabor profundo y envolvente. El adobo arequipeño se sirve tradicionalmente en el desayuno de los domingos, cuando las familias se reúnen temprano para compartir esta delicia. Se acompaña casi siempre con pan de tres puntas, típico de la región, que se sumerge generosamente en la salsa hasta absorber su sabor por completo. Es común también acompañarlo con cebolla, y algunos lo prefieren con un toque extra de picante. Más allá del sabor, el adobo tiene un valor simbólico: representa la generosidad de la cocina arequipeña, el encuentro familiar y el respeto por los sabores intensos y auténticos. En cada cucharada se puede sentir la historia de los antiguos conventos, de las picanterías tradicionales, de los mercados donde aún hoy se respira ese aire de tradición viva. El adobo no es solo un plato. Es identidad, es fiesta, es memoria. Y si alguna vez visitas Arequipa, no puedes irte sin probarlo. Porque solo entonces comprenderás por qué, para muchos, el domingo comienza con adobo... o no comienza del todo.

Tallarín Verde: La fusión perfecta entre tradición y sabor

El tallarín verde es uno de los platos más queridos y presentes en la mesa peruana. Su color vibrante, su aroma inconfundible y su sabor reconfortante lo convierten en una opción ideal para cualquier día de la semana, especialmente para aquellos que buscan una comida casera, sabrosa y llena de tradición. Inspirado en el clásico pesto italiano, el tallarín verde peruano fue adaptado a nuestro paladar con ingenio y creatividad. Aunque comparte algunos ingredientes con su antecesor europeo, la versión peruana tiene una personalidad propia. La base es una crema hecha con espinaca, albahaca, queso fresco, leche evaporada, ajo y cebolla, ingredientes que juntos logran una salsa suave, cremosa y profundamente aromática. A diferencia del pesto genovés, en Perú se suele usar maní o nuez en lugar de piñones, lo que aporta una textura más densa y un sabor ligeramente tostado. Los fideos, generalmente tipo tallarín largo, se mezclan con esta salsa hasta quedar bien impregnados, formando un plato que encanta tanto a niños como adultos. Muchas veces, el tallarín verde se sirve acompañado de una generosa porción de bistec frito, huevo, o incluso milanesa de pollo, creando una combinación irresistible entre lo verde y lo dorado. Más allá de sus ingredientes, el tallarín verde representa la calidez del hogar. Es ese plato que muchas familias preparan con cariño, que se comparte en almuerzos dominicales y que trae recuerdos de la cocina de la abuela. Su preparación no es complicada, pero como todo buen plato criollo, requiere tiempo, paciencia y sazón. Este platillo no solo refleja la influencia de la inmigración italiana en el Perú, sino también la capacidad que tenemos como cultura de adaptar lo extranjero y hacerlo nuestro, con identidad y orgullo. Así, el tallarín verde no es solo un homenaje al mestizaje culinario, sino también una muestra del ingenio y el buen gusto del paladar peruano. Ya sea en un restaurante, en una lonchería de barrio o en casa, el tallarín verde es un plato que siempre reconforta, alegra y satisface. Porque entre fideos, espinacas y recuerdos, uno siempre encuentra un poco de felicidad.